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UNA BUENA AUDIENCIA



Pocas sensaciones se comparan a las de salir de la sala de audiencias satisfecho, conforme con los resultados que han sido fruto de la preparación adecuada y la intervención eficaz, con esa complacencia del deber cumplido y que alguien te diga: ¡Qué buena audiencia!


Pero qué es una buena audiencia y en qué consiste. Entonces las opiniones variarán, pues habrá quienes se fijen más en la decisión final que en el desempeño, otros para quienes las técnicas de litigación y oratoria sean lo esencial, quienes califican dependiendo de la importancia y trascendencia del asunto a resolver, y así de manera indefinida.


Entonces, para llegar a una comunión entre todos, podríamos decir que una buena audiencia es aquella a través de la cual cada una de las partes intervinientes haya expuesto con claridad y precisión sus pretensiones, diligencia que debe desarrollarse bajo el imperio de la Constitución y la ley que ha sido debidamente aplicada por parte de un Juez prudente y justo.


Esa podría ser una fórmula aceptable cuya ecuación tenga como resultado la expresión ¡Qué buena audiencia!


La claridad entonces es un asunto de irrefutable valor, pues se puede ser un gran orador, jurista, docente universitario, socio de una prestigiosa firma, y aun así, por falta de claridad, se puede quedar como un gran charlatán. Por supuesto que hay espacio y tiempo para que los abogados en el patrocinio de las causas den rienda suelta a todos sus talentos, pero sólo tendrá relevancia siempre que el receptor del mensaje comprenda de forma adecuada el sentido de nuestras expresiones.


Como hemos anotado, es importante además que todas las partes intervinientes puedan exponer en igualdad de méritos y condiciones sus fundamentos, pues ninguna emoción verdadera o triunfo auténtico se puede vivir en un partido en el que uno de los equipos juega con arco abandonado, una buena audiencia debe llamar la atención de todos, de esas en las que la gente ingresa por curiosidad y se queda hasta que el juez decida.


El juez, como no podía ser de otra manera, contribuye también para que la ecuación de la buena audiencia dé sus resultados, esto a través de la dirección adecuada, prudente, y con la autoridad que sólo otorga el conocimiento del Derecho y la comprensión real de los hechos (no solo el cargo). Cuando todos estos sujetos intervienen, de manera coherente, clara y justa, la gente sale de las salas diciendo: ¡Qué buena audiencia!


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